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:::: EDITORIAL ::::

CONACHE: Encuentro con la naturaleza


CRÓNICA. 
Iniciativa de mi decisión
Un día muy particular en los que estamos, algunos felices por ser el último de clases o de trabajo; otros, sin embargo, ven al viernes como un día más de la semana. Eran las 9 de la mañana y hacía frío, el cielo estaba medio oscuro, parecía que iba a opacar mis planes, pero aún con el clima triste no fue impedimento que tenga un encuentro con la naturaleza en el pueblo que hace más de mil años perteneció a la cultura Moche en la época Pre-Incaica.
Lugar que conocí por primera vez, gracias a la iniciativa del curso de cultura ambiental, el cual dicta la profesora Ivonne Ascencio. Quedé tan maravillada al saber la existencia de un centro ecológico aproximadamente a una hora desde mi alma mater: “Universidad César Vallejo”, que anhelaba, como un niño a un juguete nuevo, regresar y volver a experimentar sensaciones agradables al contemplar paisajes que no suelo ver todos los días. Me refiero a Conache, caserío del Centro Poblado Santo Domingo, en el distrito de Laredo, ubicado a 13 kilómetros al sur oeste de Trujillo.


Camino con cumbias pegajosas y recibimiento chillón
Mi decisión estaba en pie y no quería dar marcha atrás, no suelo dejar las cosas sin hacer o sólo dejarlas en “stand by”,  tomé la combi que se dirigía a Laredo a las 9.30 de la mañana de aquel viernes que nunca olvidaré.  Sentía algo de rareza en mi interior, quise explicarme porqué, supuse era el frío, pero en el camino me fui animando, gracias a las bailables y pegajosas cumbias que el radio del chofer tocaban. Por ratos me veía cantando y hasta sentía que mis hombros y mis pies se movían al ritmo de las canciones de Dilbert Aguilar, Natusha, Los Caribeños de Guadalupe, el Grupo 5, Karolina con sus mentiritas, etc. Sonreía y decía: “¡Oh my god!, ¿yo haciendo esto?”.
10 y 15 am. Llegué a la plaza de armas de Laredo, “la ciudad dulce que huele a caña de azúcar”, me dirigía al mercado, por el partido aprista para tomar el colectivo, pero pasé por la municipalidad del distrito, rogaba encontrar al regidor encargado de Conache, el señor Ausberto Reyes Olivares, quien tiene cuatro años que significan dos periodos en el cargo. Apenas me asomaba a su oficina, me asustó la carcajada chillona de una mujer que se deja llevar por el momento y que al reírse nos alucinamos estar en el mercado y no en la oficina del regidor; pero bueno, saludé al señor “Ramiro”, así lo llaman todos, me imagino por el nombre bien grande que tiene. Las señoras se retiraron, prometiendo regresar mañana para que sigan riéndose, así se despidieron de él. Como estaba de buen humor me atendió al instante y hasta dejó que le tomara fotos.


La más amena y corta conversación
El regidor Ramiro, me contó que Conache es un área de desarrollo económico y que es conocido por su fiesta tradicional del carnaval cajamarquino que se inició hace quince años por los mismos cajamarquinos. Los orígenes de estas fiestas se remonta al año 1996, cuando la Familia Carrera Dávila, naturales de Cajamarca, convocaron a sus amistades y paisanos para celebrar el Carnaval muy al estilo de su tierra natal; el señor Nicolás Carrera Dávila, encabezó esta iniciativa y organizaron el primer Carnaval, con una reunión saboreando los platos típicos de la cocina Paucarmarquina. Hoy,  es considerada entre las 18 mejores festividades del Perú por el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo y PROMPERU, publica esta fiesta costumbrista en sus calendarios de circulación nacional e internacional.
Su otra gran actividad es la del 30 de agosto en honor a la “Santa Rosita de Lima” que dura tres días el 28, 29 y 30 de agosto. Tuvimos una plática corta pero amena y tratando temas como los proyectos que se dieron en               Conache y resaltó el proyecto turístico del 2008- 2009 que consistía en la conservación- valoración del sistema turístico del sector algarrobal, arenal en el futuro me comentó acerca del reforzamiento del sector algarrobal “Muchik” que se dará en Julio- Agosto. Después de la fotito, un apretón de manos y una petición de volver a su oficina para cualquier otra ayuda que requiera de su persona, me iba más decidida que nunca a visitar el ecosistema de Conache.





“Prefiero estar lejos y no mal acompañado…”
En el colectivo, miré el reloj, indicaba las 11 y 15 de la mañana y extrañaba al astro rey, que justo ese día que iba a encontrarme con la madre naturaleza él no me acompañaba. Pero una vez más esa sensación de nostalgia al extrañar a mi entrañable amigo el sol fue cambiada por una de goce al escuchar una cumbia colombiana cuya letra empieza: “Pensé que tú me amabas como yo te amo a ti, pero fue puras palabras por eso me iré de aquí, ya me marcho de tu lado para no volver jamás, pagarás lo que he sufrido cuando me aleje de ti…” se grabó en mi mente, y ¡oh, sorpresa! Cuando me vi en el espejo lateral del carro que cantaba el coro junto con el chofer y los demás pasajeros, creo yo, se deleitaban con nuestras voces, aún recuerdo el coro: “ Prefiero estar lejos y no mal acompañado, prefiero estar lejos sino contigo y llorando…” y para el colmo, llegué a casa, busqué en youtube: “Los Ronisch- prefiero estar lejos”, ahora estoy escribiendo y escucho este tema que no se me borra de la mente, creo que dejaré mis baladas por las cumbias, todo gracias a mis amigos los choferes que me movilizaron a uno de los ambientes más agradables que posee el distrito de Laredo.
La cumbia, que según la Real Academia Española la define como “Danza popular de Colombia y Panamá de cuyas figuras se caracteriza por llevar los danzantes una vela encendida en la mano”, y en nuestro país nace de la fusión de la cumbia originaria de Colombia, el rock y ritmos nativos del centro, andes y Amazonía del Perú, nunca fue de mi agrado pero ese no es el tema. Así que en otra ocasión podremos deliberar sobre este género, el cual insisto es “pegajoso”.


Caminata a la biodiversidad
Bajé del colectivo y estaba exactamente en la plaza de armas de Conache, no estoy acostumbrada a visualizar centros de un pueblo ya que tengo siempre en mente la de mi ciudad Trujillo, que a propósito no tiene nada de parecido con la de Conache.
Es una plaza que su centro es una canchita de football y alrededor de ella casas pequeñas con suelos arenosos, a unos cincuenta pasos aproximadamente se encuentra el único colegio del pueblo I.E. 80869 - “ALM. Miguel Grau Seminario” que más tiene apariencia de olvidado, desolado y antiguo.
Como era la segunda vez que iba a Conache, necesitaba aún de un guía y quien mejor que mi gran amigo Ernesto Segundo León, estudiante de Nutrición, vive en Laredo más de veinte años y conoce a Conache más que a su universidad (no menciono el nombre de la institución, para no herir la susceptibilidad de alguna autoridad que lea esta crónica), una simple metáfora. Desde que llegamos a Conache y caminábamos a una de sus atracciones: la laguna; “Shego”, como lo llamamos todos por su segundo nombre, me explicaba con paciencia todo acerca de la famosa laguna cuya extensión es de 9 hectáreas y se encuentra próxima a las Pampas de San Juan, en el caserío Conache.
Shego me hacía observar y admirar los campos de cultivos, confirmaba muy seguro de sí, que Conache es un pueblo que se dedica mayormente al agro y la ganadería. Aún recuerdo que miraba a un poblador que araba la tierra y dijo: “Jecca, Conache es hoy un apacible lugar, donde se siembra maíz, frejol, caña de azúcar, verduras y tiene en la ganadería un potencial muy importante, así como el cultivo de forraje y la crianza de animales mayores y menores, todo gracias a su excelente clima y la laboriosidad de sus pobladores, todos ellos emigrantes”.
Fueron aproximadamente unos 12 minutos de caminata, en la que observé a parte de las tierras ricas de sembríos, animales como ovejas, vacas, cerdos, perros y  las pocas casitas del pueblo. Escuchaba el arrullo de las palomas, el sonido del agua, del aire, de toda la naturaleza que me daba la “más cordial” bienvenida.


Colores e ilusión
Al fin en la laguna de Conache, la entrada para adultos: 2 nuevos soles y para niños: 1 nuevo sol. Si gustas subir al bote, adicionalmente cancelas otra moneda del astro rey que hasta el momento no sabía nada de él. Como era viernes, éramos sin exagerar, los únicos que visitaban el lugar pero cabe señalar que los fines de semana Conache es visitada por más de 500 personas para el disfrute de sus aguas, un paseo en bote o la pesca con anzuelo de deliciosas tilapias.
Mi guía incrementaba mis conocimientos con sus más exactas exposiciones, el ecosistema del lugar está conformado por poblaciones de garzas, putillas, tordos, algarrobos, tilapias, patos, en fin toda una gama de colores que cambian el blanco y negro de nuestra vida a una mucho más colorida alegrándonos.
Con mucha ilusión de volver a encontrarme con el bosque de algarrobos emprendí mi siguiente caminata, diría yo, subidas y bajadas para llegar a las bellas lomas que se encuentran alrededor de la laguna y que son ideales para practicar el “sandboard” (deporte de tabla sobre la arena) en la suave y deslizante arena.

Subida cansada, bajada aventurera
Con una botella de agua mineral en la mano, mi corazón latía cada vez más rápido, pero no estoy segura si por la subida que realizaba al cerro o la emoción de imaginarme que bajaré corriendo libre como anhelo siempre ser.
De repente me detengo, estaba en la mitad de mi meta y ya sentía cierta adrenalina, pero con actitud valerosa y aventurera continuaba lo que me propuse. Llegue a la cima, subí a una roca, y cayó, de mi rostro, una gota gorda de sudor, tomé un poco de agua y grité con el corazón en la mano (como se dice criollamente en mi tierra): “Lo logré”.
Sentía tanta felicidad. Estar en lo alto es muy agradable, ahora entiendo a los grandes líderes que logran lo que alcanzaron después de tanto sacrificio. Ahora, después de esta caminata, valoro mi esfuerzo de trazarme una meta y a pesar de los obstáculos llegar  (aunque sea sudando) al final de todo, valoro más a mi naturaleza y la admiro tanto que no dejo de asombrarme por la riqueza que tenemos y que ni los países más poderosos del mundo lo poseen. Estamos tan cerca de la naturaleza que algunos, ni enterados.
Mi amigo Ernesto se lamentaba de no haber traído una tabla para descender con el deporte de aventura en la categoría “sandboarding”, pero yo le decía que no importaba, porque me bajaría corriendo y sintiendo el soplo del viento por mi rostro. Y así fue.

Despidiéndome de Conache
Antes de salir de la laguna, busqué al propietario del lugar, el señor Francisco Cruz Castillo, para mí buena suerte porque lo encontré y mala, porque justo acababa de terminar de almorzar (si hubiera llegado un poco antes, seguro almorzábamos juntos). Me presenté y nos sentamos, le decía lo maravillada que estaba al contactarme una vez más con el ecosistema de Conache y él sonreía con lo que le contaba, seguro porque ya había experimentado sensaciones como las mías.
Algo que el señor Cruz manifiesta no estar de acuerdo es con el deporte “sandboarding” ya que debajo de las dunas existe cultura salitrera y al practicar sandboard allí, está permitiendo que se atente contra  nuestra cultura poco a poco.
Además me dijo que tenía entre sus proyectos, unir el río Moche con Conache y realizar un camino dentro del lugar para evitar, al recorrer el bosque, invadir algunos terrenos privados. Justo llegaba la combi que nos recogía del lugar y con una gran sonrisa nos despedimos, prometiéndonos ambos continuar algún día nuestra plática.
Cuando llegué a Trujillo, era 1 y 50 minutos de la tarde, estaba algo cansada pero muy satisfecha, tenía hambre (olía mi plato de comida), necesitaba urgente una ducha y seguía extrañando a mi amigo el sol que nunca apareció en esta gran aventura.


POR: Jéssica Chávez Murga

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